“Con todo, el mito más extraordinario sobre el poco tiempo que tenemos es que las nuevas tecnologías son las grandes responsables y que son un fenómeno universal y lineal que nos afecta a todos de forma parecida. Wacjman puntualiza con ironía que tanto a los tecnófilos como a los luditas los delata una preocupante falta de curiosidad por la tecnología. Hablan y escriben de ella a brochazos, dibujando megatendencias y sin profundizar en los detalles. Es lógico que saquen conclusiones mucho más ambiciosas de las que les permiten los datos.
Vamos a ver. La relación entre las nuevas tecnologías y la aceleración del tiempo, la muerte de las distancias o la reducción de los contactos físicos entre personas nunca es lineal y unidireccional. Los teléfonos móviles o los correos electrónicos nos interrumpen y no nos dejan concentrarnos durante más de diez o quince minutos seguidos en la oficina, pero, al mismo tiempo, facilitan las comunicaciones que son imprescindibles para trabajar deprisa. También se ha comprobado que, en la oficina, las comunicaciones digitales no solo no han reducido las físicas, sino que han multiplicado la necesidad de reunirse cara a cara.
Como bien documenta Pressed for Time, el tiempo y la velocidad afectan de distintas maneras a las clases sociales, las familias e incluso los sexos en sociedades no igualitarias. Es obvio que el amor, ambiguo por supuesto, que sienten los profesionales cualificados y globalizados por la velocidad y la aceleración que les ofrecen nuevas oportunidades de ocio y estrés no se puede comparar con el miedo y la frustración que sienten las clases bajas ante la precariedad e inestabilidad constantes que significan la velocidad y la aceleración para ellas. ¿Nos sorprende todavía que los más castigados por la globalización en Reino Unido y Estados Unidos quieran parar y retrasar el reloj de los grandes intercambios comerciales?”